25.

 

El cielo Cuando Caitlin abrió los ojos a la mañana siguiente, su primer pensamiento fue, que había encontrado su propio rincón privado en el cielo. Ace estaba junto a ella, con su cara morena sobresaliendo unos centímetros de su almohada. El brillante pelo negro le caía en perezosas ondas sobre su alta frente, para tocar sus cejas fuertemente arqueadas. Pobladas pestañas de ébano yacían como un abanico de plumas en sus mejillas. Con la luz del sol que lo bañaba y jugaba con su rostro, podía ver las pequeñas líneas grabadas en sus labios, las arrugas en las comisuras de sus ojos, el nudo débil a lo largo del puente de su nariz. Era, decidió, lo más cercano a hermoso que un hombre podía ser.

Bajando la mirada, hizo un balance de sus hombros, abultados por los músculos incluso dormido. Bronceado y con un brillo natural en la piel, se veía tan duro y suave como la teca pulida. Le gustaba el hecho de que no estuviera cubierto de pies a cabeza con una gran cantidad de vello. Tenía una suave mata negra sobre el bien acolchado pecho, que se reducía en una V en la cintura, sus gruesos antebrazos estaban cubiertos también de sedoso pelo. Pero por lo demás tenía la piel desnuda.

Y besable

Se levantó sobre un codo, preguntándose qué clase de magia había obrado en su interior este hombre. Dos días antes, no la habrían cogido ni muerta desnuda en la cama con él. Ahora quería dibujar su cuerpo con las manos, quería sentir sus sedosos labios recorriendo su piel, necesitaba sentir su dura longitud apretada contra ella y en ella. Se sentía como un niño codicioso que acababa de conocer el sabor de los dulces. Quería más. Y más. Aunque hiciera el amor con ella un millón de veces, nunca sería suficiente.

Frotó la punta de su nariz contra la suya y sonrió cuando hizo, " Mmm", en su sueño. Las puntas de sus pechos rozaron su pecho. Sus oscuras cejas se unieron en un ceño ligeramente fruncido. Sonriendo, pasó la palma hacia abajo por su duro abdomen hasta el pelo grueso en el vértice de sus muslos. Sus dedos encontraron su rígido e impresionantemente gran falo, que saltó hacia arriba, ávido de su toque.

Sus pestañas se levantaron. Soñolientos ojos marrones se centraron empañados en su rostro. Luego sonrió ligeramente.

Ten cuidado, señora Keegan. Podría empezar a desearte.

¿Me lo prometes?

Él se rio entre dientes.

Para una chica que no quería saber nada de esto, le has tomado gusto.

Me pasó lo mismo con el hígado. La primera vez que lo intenté, lo odie. Entonces lo probé de nuevo años más tarde y nunca tengo bastante.

¿Me está comparando con el hígado?

Es mi comida favorita.

Rodando para levantarse sobre un codo, tumbándola de espaldas mientras se movía.

Te perdono, entonces Los hombros cobrizos le taparon la luz del sol que entraba por la ventana, mientras inclinaba la cabeza para besarla. Mi favorita son las fresas.

Cultivaré algunas para ti el próximo año prometió.

ya tienes dijo mientras bajaba para probar la cima de uno de los senos. Con estos para degustar todas las mañanas, voy a ser un hombre feliz.

Caitlin sintió crecer el calor dentro de ella y se arqueó para presionar su cuerpo contra el suyo.

Hazme el amor, Ace.

Eso hago.

No, quiero decir ahora.

No me presiones Él cambió su atención hacia el otro pecho. Dios mío, no puedo creer lo dulce que eres.

Caitlin cerró los ojos en un arrebato de deseo.

¡Keegan!

El grito del exterior hizo que Caitlin abriera los ojos y Ace levantara la cabeza. Se miraron el uno al otro durante un momento. Luego, a la vez, dijeron:

¡Patrick!

Ella gimió. Él maldijo. Ambos volaron de la cama, agarrando sus ropas.

¿Es mi imaginación , o esto parece estar convirtiéndose en un hábito? le preguntó mientras empujaba una pierna en los pantalones.

Un mal hábito estuvo de acuerdo, subiendo sus bombachos. Mi hermano tiene un sentido de la oportunidad malísimo.

Ace terminó de vestirse antes que ella. Patrick seguía gritando. Parecía borracho.

¡Espera! gritó cuando Ace comenzó a salir de la habitación.

Se apartó de la puerta y volvió sobre sus pasos, hacia la cama, inclinándose para ayudarla a atarse un zapato.

Puedo manejarlo, ya sabes.

Ella asintió con la cabeza.

Yo prefiero estar ahí. ¿Te importa?

Le apartó el pelo alborotado y sonrió.

Cariño, me gusta tenerte conmigo, pase lo que pase.

Cuando se levantó, él se aseguró de que todos los botones estuviesen abrochados. Ella miró preocupada el arma que reposaba en su cadera. Izó su barbilla con la punta de los dedos.

Uno de estos días, vas a empezar a creerme cuando te digo algo. Confía en mí, Caitlin, por favor.

Sus miradas se encontraron. Durante un largo momento, simplemente se quedaron allí, ignorando los gritos de Patrick, completamente perdidos el uno en el otro. Luego ella sonrió.

Confío en ti. Ahora más de lo que nunca he confiado en nadie.

Salieron de la habitación juntos, Ace a la cabeza. En la puerta principal, se detuvo a esperarla. Salieron al porche, uno al lado del otro, presentando un frente unido por primera vez.

Patrick, como siempre, estaba de pie en el patio, con las largas piernas abiertas, su pelo rojo alborotado y los ojos desorbitados. Había estado bebiendo mucho. Caitlin no necesitaba oler su aliento para saberlo.

Se le rompió el corazón al verlo así. Una vez más. Dudaba que alguna vez fuera capaz de aceptarlo. Este era el hermano al que había mecido para dormirlo. El hermano al que había cambiado los pañales cuando apenas había dejado los suyos. Prácticamente lo había criado. Definitivamente lo quería. Pero, más que eso, lo compadecía. El whisky para él era un veneno. Cuando bebía, ya no era Patrick, sino un loco que no sabía y no quería saber.

Tal vez tenía una debilidad en su sangre. O tal vez fuera una conducta aprendida, y el alcohol era una excusa. Prefería creer que lo primero. El Patrick que le encantaba era dulce , gentil y justo. El hombre en el que se convertía cuando bebía era un monstruo.

¿Qué quieres, Patrick? preguntó ella.

Mientras caminaba como un borracho hacia el porche, abrió su camisa de un tirón y sacó lo que parecía un montón de papeles. Con un movimiento violento de su brazo, los tiró en el suelo en la parte inferior de la escalera.

¡Te quiero mostrar la clase de tonta que ha hecho de ti! Míralos, Caitlin. Señaló con la mirada brillante a Ace. Entré en Barbary Coast Hipotecas anoche y me enteré de algunas cosas muy interesantes, a saber, que tu marido volvió aquí a destruir a todos los hombres que él piensa que mataron a su padrastro, por no hablar de sus familias, y yo incluidos.

Caitlin se movía lentamente bajando las escaleras, con la mirada fija en las hojas de papel a la deriva y el retrato, elegantemente enmarcado, de una mujer joven que había aterrizado boca arriba sobre la tierra. Por un momento, Caitlin pensó que era igual que ella, tan grande era el parecido. Pero a medida que se acercaba, se dio cuenta de que la chica era una extraña.

¡Oh, , eso es otra cosa! dijo Patrick con una risa estridente. Conoce a tu medio hermana, Edén Paxton. Bastarda de nuestro padre, engendrada la noche en que violó a la madre de Ace Keegan Sacó varias hojas dobladas de papel de escritorio, del bolsillo de la camisa y se adelantó para empujarlas en las manos de Caitlin. Lee la carta. Más o menos lo explica todo. Es de John Parrish, el tipo de Barbary Coast Hipotecas. Descubre que es el prometido de Edén Paxton. Toda una coincidencia, ¿no? En ella, le da la terrible noticia acerca de su parentesco. Dios no quiera que hubiera venido aquí sin saber que tenía sangre O'Shannessy, corriendo por sus venas.

Caitlin miró la carta que Patrick le había entregado. Estaba fechada el día anterior y cuando miró la última página, vio que no estaba terminada.

No leas eso, Caitlin Ace bajó los escalones detrás de ella. Si no me equivoco, John estaba escribiendo esa carta en la oficina ayer por la mañana cuando me detuve a verlo. Si no lo hubiera interrumpido, estoy seguro de que la hubiera enviado. En cambio, la guardó en un cajón. Nunca debía haber caído en manos de Patrick. John y Edén están comprometidos para casarse, estoy seguro de que las cartas de John a ella son de carácter privado y romántico. No es el tipo de cosa destinado a los ojos de nadie.

Patrick dio un fuerte resoplido.

¿Y debemos cuidar la privacidad de John Parrish? Piensa otra vez, Keegan. Simplemente no quieres que Caitlin vea lo que dice, porque puede condenarte a sus ojos.

Por favor, Caitlin, no lo leas dijo Ace de nuevo. Patrick tiene razón. Probablemente me condenará. Si vas a saber la verdad, entonces quiero que la escuches de mí.

El hecho de que estuviera admitiendo que había una verdad que todavía no le había dicho era una bofetada en la cara. Miró hacia abajo, al retrato de Edén Paxton, la evidencia innegable de que Ace le había mentido, aunque sólo fuera por omisión. ¿Su medio hermana? ¿Su padre había violado a su madre? Se sintió enferma. Tan enferma, que lo único que podía hacer era mantenerse en pie.

¡Te ha utilizado! gritó Patrick. Te utiliza. ¡Ha hecho una tonta de ti! ¿Por qué no me escuchaste? En cambio, te quedaste aquí con él, dejando que te convierta en su puta.

Ace tocó el brazo de Caitlin, pero ella se apartó. Se sentía tan terriblemente enferma. ¿El Cielo? Histéricamente, se encontró preguntándose si él no le había dado el anunciado infierno en la tierra.

Una sensación de irrealidad se apoderó de ella mientras bajaba la mirada a la carta. Echó un vistazo sobre la letra masculina.

Por qué Ace o tu madre no te han dicho la verdad, nunca lo voy a entender. Tú tienes derecho a saber quién era tu verdadero padre, después de todo Saltó unas cuantas líneas. No quiero vivir aquí en No Name después que todo este asunto termine. ¿Cómo puedo ayudar a arruinar las vidas de la gente y luego esperar a vivir entre ellos? Creo que vamos a ser más felices en San Francisco. ¿No? Sobre todo ahora que sabemos acerca de tu relación con O'Shannessy. Aquí, estarías obligada a encontrarte con Caitlin con frecuencia. El parecido sería un recordatorio terrible cada vez que la vieras.

Puedo explicarlo todo, Caitlin oyó decir a Ace. No le hizo caso. Lo juro por Dios, puedo explicarlo todo.

En la parte de debajo de la página, leyó,

… yo no sé lo que poseyó a Ace para casarse con la chica. Tengo miedo por él, cariño. No parece ser suficiente con hacerles creer a todos, que se construirá el ferrocarril, para poderles quitarles su dinero. Está tan consumido por el odio, que no se detendrá ante nada para vengarse. He oído que violó a la pobre chica. Sé que no parece él. Pero, ¿hay algo de verdad en eso? Tal vez en realidad lo hizo. Tal vez, de alguna manera retorcida, la ve como la personificación de Conor O'Shannessy. Como si haciéndole daño, sintiera que se lo está haciendo a Conor. Como si pudiera llegar más allá de la tumba, por así decirlo.

Caitlin volvió a doblar los papeles y los arrugó en un puño. No necesitaba leer más. Inexpresiva, se volvió a mirar a Ace, que se encontraba un escalón por encima de ella. Su rostro oscuro. La curva asimétrica de su boca. Sus labios mentirosos. Al principio, antes de convencerla para que le contara su desgracia, no se habría sorprendido por semejante traición. Ahora le dolía más de lo que podía decir.

Voy a empacar mis cosas, Patrick dijo con voz hueca. Por favor no te vayas sin mí.

Cuando empezó a subir los escalones, Ace la agarró del brazo. Mantuvo la mirada apartada. Le dolía demasiado para mirarlo. Una vez, un hombre la había violado con una fuerza brutal. Ella había creído entonces que nada podía avergonzarla más. Ahora conocía la diferencia. Ace Keegan la había violado con suaves y traicioneras mentiras. ¿Se había estado riendo en silencio cuando se arqueó contra su boca? ¿Había encontrado satisfacción cuando ella gritó en la agonía del éxtasis?

La hija de Conor O'Shannessy, haciendo de puta con él. Para su eterna mortificación, Patrick había tenido razón desde el principio.

Caitlin, me debes por lo menos cinco minutos para darte mi versión dijo Ace suavemente. Por favor. Dame por lo menos eso.

La súplica en su voz hizo que lo mirara. Se sentía como si un puño gigante le hubiera golpeado en el estómago.

Creo que te he dado suficiente tiempo, Ace. Espero que estés satisfecho, que tu necesidad de venganza haya sido apaciguada.

Caitlin Su mano se tensó ligeramente para mantenerla quieta sobre los escalones. Eres mi esposa. ¿Eso no significa nada? Cinco minutos, por favor.

Se quedó allí por un momento, mirándola cara que había llegado a amar muchísimo, el rostro de un traidor. ¿Por qué sería que de los dos hombres que había amado, ambos habían traicionado su fe completamente?

¿Tu esposa? susurró. Creo que la gente me va a llamar algo muy diferente. ¿La puta de Keegan, quizá?

Sacudiendo el brazo de su agarre, siguió por las escaleras. Cuando alcanzó la puerta para abrirla, su voz la paró en seco.

La Dama de Keegan corrigió. Mataré a cualquier hombre que diga lo contrario. No importa lo que estás pensando en este momento, no importa que me creas culpable, eres una dama. Siempre lo has sido y siempre lo serás.

Caitlin apenas podía ver por las lágrimas mientras entraba en la casa.

 

 

Cinco minutos más tarde, casi había terminado de empacar sus cosas. Había ropa interior limpia en una cesta en la cocina, la había recogido del tendedero ayer y no había conseguido doblarla. Todavía tenía que meterla. Y luego, por supuesto, tenía que encontrar a Lucky, quien evidentemente estaba dormido en alguna parte.

Caitlin miró a su alrededor para asegurarse que no había olvidado nada. Recuerdos. Tantos recuerdos. Ella puso una mano sobre su boca y se tragó un sollozo. Hacía tan sólo unos minutos, había sido tan feliz. Tan increíblemente feliz.

La puerta se abrió de golpe. Caitlin se volvió, casi esperando ver a Ace. En cambio Joseph entró en la habitación, con el lacio pelo rubio elevándose de los hombros a cada paso. Sus ojos ardían de furia, con la cara, normalmente curtida, de un blanco pastoso. Se detuvo frente a ella.

¡Mi hermano está dispuesto a que le den la paliza de su vida por ti! dijo, quitándole un montón de ropa de las manos y tirándola al suelo. Sal ahí fuera, maldita sea. ¡Pon fin a esa situación! Si no, Patrick va a matarlo.

Caitlin retrocedió un paso. Nunca había visto a Joseph enojado y no pudo evitar sentirse intimidada. Antes de que pudiera retirarse más lejos, él la agarró por el brazo y la empujó hacia la puerta. No tenía ningún sentido tratar de resistirse. Era demasiado fuerte y estaba demasiado enojado.

Mientras corría por la casa, tratando de mantenerse al paso de sus largas zancadas, Caitlin volvió sobre lo que había dicho. ¿Patrick iba a matar a Ace? No tenía ningún sentido. Ninguno en absoluto. Si tenía que preocuparse por alguno, era por su hermano. Ace era más grande , más fuerte que Patrick, por no mencionar que era frio como una piedra y estaba sobrio. En una confrontación física, no habría competencia entre los dos hombres, era una conclusión inevitable que Patrick iba a perder.

Tan pronto como Joseph la arrastró al porche delantero, Caitlin miró a su hermano y a su marido, que se enfrentaban en el patio. Joseph no había mentido; Ace estaba recibiendo una paliza. Patrick estaba lanzando golpes que estaban haciendo que Ace se tambaleara. Tan pronto como Ace recuperaba el equilibrio, Patrick lo golpeaba de nuevo.

A pesar de que lo estaba viendo con sus propios ojos, Caitlin no podía creerlo. Había tanta sangre manando de la nariz y la boca de Ace, que estaba casi irreconocible. Sin embargo, por lo que veía, no hacía ningún intento por defenderse. Le dirigió una mirada de horror a Joseph.

¡Haz algo! Joseph, haz que Patrick pare. Tienes que hacer algo.

Todavía no lo entiendes, ¿verdad? Yo no puedo hacer nada. Prohibió a cualquiera de nosotros interferir Sus labios se retrajeron en una mueca de disgusto. Te lo prometió, ¿recuerdas? Que nunca le levantaría la mano a tu hermano. Rompió esa promesa una vez. Está decidido a no volver a hacerlo. ¡Prefiere dejar que Patrick lo mate!

Caitlin se dio la vuelta. Ace había caído de rodillas. Observó, congelada por la incredulidad, como Patrick llevó hacia atrás la bota y pateó a su marido en el estómago.

¡Basta! Patrick, por el amor de Dios, ¡ya basta!

Bajando los escalones de un salto, Caitlin salió corriendo al patio y se arrojó hacia su hermano.

¡Basta, he dicho!¡Basta!

Patrick la empujó a un lado y se dirigió contra Ace de nuevo. Caitlin se tambaleó para equilibrarse. Ahora que estaba de pie más cerca, pudo ver que el rostro de Ace no estaba simplemente sangrando, estaba muy maltratado. Tenía un corte sobre la ceja. Sus labios ya estaban hinchados y chorreando sangre, al igual que la cicatriz a lo largo de su mejilla. Querido Dios, incluso le parecía que su nariz se había roto. Sin embargo, Patrick parecía empeñado en infligir más daño.

No podía creer que Ace se estuviera poniendo en esta situación. No podía creer que alguien pudiera llegar a tales extremos o soportar tanto, simplemente por cumplir una promesa.

Unos minutos antes, estaba absolutamente convencida de la traición de Ace. Había visto la evidencia de la misma con sus propios ojos. La carta de John Parrish. El parecido con Edén Paxton. Las acusaciones de Patrick tenían que ser verdad. ¿Qué otra explicación había? Y, sin embargo allí estaba su marido, de rodillas en el suelo, recibiendo la paliza de su vida, y todo porque se negaba a romper su palabra.

Lanzó una mirada frenética a los hermanos de Ace, los tres estaban a distancia, sus expresiones de sombría ira glacial. Tal vez les había prohibido interferir, pero ella no tenía tales restricciones.

Se dio la vuelta y echó a correr hacia el jardín, donde yacían un montón de restos de madera. Cogió uno de los tableros más cortos, dio la vuelta y corrió de nuevo al centro del patio. Cuando llegó, Patrick retrocedía para pegar a Ace nuevo. Fue una patada que nunca encontró su objetivo. Caitlin bateó el tablero con todas sus fuerzas, golpeando a su hermano pleno pecho. El impacto del golpe lo envió hacia atrás, tambaleándose. Aterrizó de espaldas en el suelo, moviendo la cabeza, mirando sorprendido.

¿Caitlin?

Él se dio la vuelta y se acercó de rodillas. Caitlin se echó hacia atrás y le golpeó de nuevo, esta vez en el brazo.

¿Cómo te atreves, Patrick ? ¿Cómo se atreves? ¡Me da vergüenza incluso que seas de mí familia!

Patrick la agarró del brazo, con una expresión de aturdida incredulidad.

¿Te pones de su lado y en mi contra?

Sin pestañear replicó ella. Echando el listón de madera hacia atrás de una manera amenazadora, dijo. ¡Fuera de aquí! ¿Me oyes? Ahora, antes de que decida meter algo de sentido en tu cabeza.

Caitlin Patrick se puso de pie, luego se tambaleó hacia un lado para recuperar el equilibrio. Estaba tan borracho, parecía incapaz incluso de enfocarla correctamente.

El asco la llenaba. Y el disgusto. Este era su hermano, su propia carne y sangre. Tenía que haberse dado cuenta que Ace no estaba luchando. Él no podía estar tan borracho para no haberse dado cuenta por lo menos de eso. Sin embargo, en vez de girar y alejarse, había presionado su favor, golpeando a un adversario que no ofrecía resistencia. ¿Qué clase de hombre hacía tal cosa? Un mes antes podría no haber sabido la respuesta a esa pregunta. Pero ahora lo sabía. Su hermano no era un hombre, en absoluto. No cuando el whisky pensaba por él.

Vete, Patrick. Vete y no vuelvas. Ya no eres bienvenido aquí.

Patrick lanzó una mirada al tablero que sostenía. Caitlin lo apretó. Pareció darse cuenta, incluso en su estado de embriaguez, que hablaba en serio, porque se volvió y se tambaleó hacia su caballo.

Esta vez, Caitlin no miraba hacia él con una desesperación llorosa. Las lágrimas que brotaban de sus ojos eran por Ace. Él se arrodilló en el suelo, con un brazo agarrándose la cintura, con su oscura cabeza colgando. Patrick lo había dejado casi sin sentido. Si estaba al tanto de lo que sucedía a su alrededor, no daba muestras de ello.

Con un sollozo, Caitlin tiró el tablero y corrió hacia su marido. Cuando cayó de rodillas junto a él, sintió como si su corazón se rompiera. Cuando Patrick le había tirado los papeles y el retrato de Edén a sus pies, le había vuelto la espalda, negándose siquiera a darle la oportunidad de explicarse.

En su opinión, era culpable. Ahora ya no estaba segura. E incluso si lo era, ¿qué importaba? Lo que había hecho en el pasado no era importante. Lo que contaba era el ahora, este instante, y como tenía la intención de seguir desde aquí. Al mantener su palabra, con tan gran costo para sí mismo, le había dicho todo lo que necesitaba saber. Podía contar con él, para todo.

Y él la amaba más de lo que se amaba a sí mismo

¿Ace? Oh, Ace, lo siento mucho. Lo siento terriblemente acunó su rostro golpeado entre las manos.

Por favor, perdóname. Lo siento mucho.

¿Caiin? murmuró su nombre a través de los labios hinchados y sangrantes. Uno de sus ojos era una simple hendidura. No lo golpee.

No. Sé que no lo hiciste Las lágrimas brotaron de los ojos de Caitlin.

En ese momento, se dio cuenta de lo mucho que había llegado a amarlo. Tanto que sintió como si fuera a morir.

Oh, Ace, ¿puedes perdonarme?

Su respuesta fue a lanzarse hacia adelante. Caitlin lo sujetó, pero sólo a duras penas, no estaba muy segura de cuánto tiempo podría soportar su peso.

¡Ayudadme! Lanzó a Joseph una mirada suplicante. Su cuñado todavía estaba en el porche, con una expresión indescifrable. Era evidente que estaba fuera de sí, tan enojado con Ace como lo estaba con ella. Date prisa, por el amor de Dios. Está inconsciente.

Cuando Joseph bajó las escaleras y empezó a cruzar el patio, no había duda de que aún estaba de mal humor. Levantando polvo a cada paso que daba.

Es un maldito idiota, eso es lo que es. Dejarse dar una paliza así. ¡Está loco! Le lanzó a Caitlin una mirada mordaz. Todo lo que puedo decir es que espero que lo valgas. Si alguna mujer me hiciera lo que tú le has hecho. ¡La ayudaría a hacer el equipaje y le diría hasta nunca!

Caitlin se movió de nuevo, los hermanos de Ace lo metieron deprisa dentro de la casa. ¿Merecía ella la pena? Ahora mismo, lo dudaba. Pero a partir de ese momento, intentaría valerlo.

Durante toda su vida, había anhelado ser amada por alguien. No solo en los buenos tiempos, si no en los tiempos difíciles también. Había deseado Oh, Dios. Presionó la palma de su mano sobre su boca. Ella le había pedido a las estrellas durante la mitad de su vida, siempre anhelando el mismo deseo: una persona que la amara tanto, tan completamente, que le pudiera confiar su vida. Alguien que luchara por ella. Alguien que nunca le mintiera. Alguien que pusiera su felicidad por encima de la suya.

Un héroe Ese había sido su deseo. Alguien que la cargara en brazos y la llevaría lejos de la trampa que era su vida. Alguien que borraría sus malos recuerdos , le daría unos nuevos y mágicos. Alguien que la haría sentir como una princesa.

Hacía mucho tiempo, que había crecido y aceptado que se trataba de un deseo de niña estúpida. Un deseo imposible. Los héroes sólo existían en los cuentos de hadas. La magia era la fantasía de un niño.

Y luego Ace Keegan había irrumpido en su mundo. Le había dado todos sus deseos. Hecho que todos sus sueños se convirtieran en realidad. Le enseñó a creer en la magia de nuevo. Él no lo había hecho de un plumazo. No había ondeado una varita brillante. Si no día a día, haciendo pequeñas cosas, realizando pequeños trozos de magia, que realmente no parecían magia cuando sucedieron.

Ace Keegan, su héroe Casi le había dado la espalda. Casi había rechazado todo lo dulce que tan desinteresadamente le ofrecía. Amor. Una familia. Las promesas que duran toda la vida. Cuidado. Amabilidad a toda prueba. La sensación de estar a salvo y segura, lo que era absolutamente impagable. En definitiva, una vida llena de magia.

Ojalá pueda, ojalá pudiera, tener este deseo

Caitlin cerró los ojos. Sintió que toda la vieja amargura la dejaba. Había pasado mucho tiempo desde que había dado gracias a Dios por algo. Le dio las gracias ahora. No por quién era, sino por lo que él le había dado la oportunidad de llegar a ser.

La Dama de Ace Keegan.